Por: Jesús Antonio Petit da Costa
Repitamos la cartilla como los maestros de escuela, a ver si por fin
hacemos lo que debemos hacer: 1) Estamos bajo el dominio de Cuba,
concretamente de la monarquía comunista cubana. No tenemos, pues,
gobierno propio, porque la soberanía fue cedida a Cuba por el difunto,
el más grande traidor a la patria, a quien sucedió el títere escogido
por los monarcas cubanos. Es como si tuviéramos otra vez a Emparam y
fuese nuestro país Capitanía General. Peor aún, ya no existe Venezuela.
Vivimos en Cubazuela. 2) No es el gobierno títere el que dirige la
política interior, sino Cuba, que ha trasplantado aquí su modelo
político: la tiranía comunista. Todos los poderes públicos están bajo el
control de Cuba. Lo que existe aquí es una administración colonial, a
la cual se le premia su traición a la patria con el saqueo de la renta
petrolera y el narcotráfico. 3) No es el gobierno títere el que traza y
ejecuta la política económico-financiera, sino Cuba, que ha trasplantado
aquí su modelo de economía comunista. Todas las decisiones las toma
Cuba, quedando a cargo del gobierno títere sólo su ejecución. El colapso
económico de Cubazuela viene precisamente de imitar a Cuba. Si los
comunistas cubanos arruinaron a Cuba, no podía esperarse de ellos otra
cosa que la ruina de Cubazuela, su copia, que ha traído por consecuencia
lógica el empobrecimiento general de la población, agravada porque
Cubazuela sostiene a Cuba. 4) No es el gobierno títere el que dirige la
política exterior, sino Cuba que la maneja de acuerdo con su interés
nacional. Fue Cuba la que decidió que Cubazuela cediera parcialmente el
territorio limítrofe con Colombia a las FARC para que le sirva de
refugio y ruta de salida de su negocio: el narcotráfico. Fue Cuba la que
decidió que Cubazuela renunciara al Esequibo. Y es ahora Cuba la que
decide revivir la reclamación territorial porque sus aliados perdieron
las elecciones en Guyana. 5) Así como la monarquía española recurrió a
criminales como Monteverde, Zuazola y Boves, entre otros, para reprimir
con crueldad a los patriotas instaurando el terror, la monarquía cubana
ha recurrido con el mismo fin a criminales organizados en “colectivos”
para-militares y bandas de malandros, cuyos jefes o pranes, de nombre
semejante a los asaltantes de camino del siglo XIX (Gómez acabó con
ellos en el XX), son llevados a La Habana donde reciben adoctrinamiento y
entrenamiento para convertirlos en “criminales comunistas” al servicio
de Cuba. Mientras aquellos bandidos españoles hicieron una guerra
declarada después de la Declaración de Independencia, los criminales
entrenados por Cuba nos hacen una guerra no-declarada (matan más de
25.000 venezolanos cada año, aparte de los heridos, secuestrados y
asaltados) sin haber declarado la independencia. Una guerra asimétrica,
en la cual los civiles patriotas estamos inermes porque los militares
nos han traicionado.
En estas circunstancias liberarnos de Cuba es el objetivo primero y
supremo, único modo de que, recuperada la soberanía, volvamos a ser
Venezuela y así podamos tener gobierno propio y decidir sobre el modelo
político, sobre el modelo económico y sobre las relaciones
internacionales. Y para liberarnos de Cuba hay que salir del gobierno
títere. Y para salir del gobierno títere hay que hacer renunciar a
Maduro; o sea, repetir el 19 de abril de 1810 iniciando el proceso de
recuperación de la independencia perdida. No hay otra alternativa.
¿Sirven las elecciones parlamentarias para forzar la renuncia de Maduro
sin la cual es imposible que haya cambio de gobierno y mucho menos
ruptura con Cuba? Tal como están planteadas no sirven, porque como los
colaboracionistas han usurpado el rol de oposición han desviado a los
electores del objetivo (la renuncia de Maduro) hacia la cohabitación con
Maduro. Ahora bien, cohabitar con Maduro es cohabitar con Cuba, lo que
han venido haciendo los colaboracionistas todos estos años. Tal como
están planteadas las parlamentarias, lo que se busca es prolongar el
adulterio político entre títeres y colaboracionistas en mejores
condiciones para la pareja hasta ahora tratada como inferior. Siempre
con Cuba de proxeneta. Un adulterio en el cual el traicionado es el
elector de oposición.
Hay que acabar este funesto adulterio político, consumando el divorcio con la repetición del 19 de abril.
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