Fotografía realizada por Juan José Faría, en Guanarito, Edo. Portuguesa.
Hay la posibilidad que el virus responsable de las ocho muertes
confirmadas el día 11 del mes en curso en Maracay sea de origen
venezolano, el mismo que ha puesto al Dr. Angel Sarmiento en la mira
represiva del estado venezolano a través del Gobernador del Estado
Aragua Tarek El Aissami por haber denunciado la existencia de un “virus o
bacteria desconocida”, a continuación les presento un trabajo de
investigación para su consideración.
Saludos, LAVV.
Investigación por Cristina Gonzalez y Juan José Faría
El Guanarito mata en siete días. Su potente replicación viral
inflama los tejidos del organismo y provoca una hemorragia interna que
sale al exterior a través de todos los orificios del cuerpo.
Todos.
Así fue como Delvia Guerra vio morir a su hijo de 17 años:
defecando, vomitando, sudando y llorando sangre en la Unidad de Cuidados
Intensivos del Hospital Doctor Miguel Oráa, de Guanare, la rural y
silenciosa capital del estado Portuguesa. Fue en septiembre de 2002 y
aún Delvia dice, por equívoco, que su hijo murió de dengue hemorrágico.
Desconoce que se trata de un virus netamente venezolano, que existe
solo en los estados de los Llanos Occidentales del país y al que los
científicos internacionales investigan con tanta cautela como interés
pueden sentir por él los organizaciones terroristas que intentan
disponer de armas biológicas de destrucción masiva. El motivo para ambos
grupos es simple: el Guanarito es tan fiero, y casi tan letal, como el
ébola, que por estos días asuela el oeste de África.
Lewis Lenín Silva Guerra, el hijo de Delvia, fue una de las 23
personas fallecidas ese año a causa de esta, la Fiebre Hemorrágica
Venezolana. Desde su deceso en 2002 y hasta el mes de julio de 2014, han
fallecido desangradas al menos 98 personas en el país, casi todas ellas
en los estados Portuguesa y Barinas.
El virus causante de la enfermedad se llama Guanarito porque se
descubrió en 1989 en el municipio llanero del mismo nombre después de
que litros de sangre mancharan el piso del hospital Oráa. Más de cien
personas murieron ante la impotencia de decenas de especialistas,
epidemiólogos que se llevaban las manos a la cabeza mientras trataban la
enfermedad en vano como si fuera un dengue. Pero hoy, a 25 años de esos
terribles episodios, en esa población de 42.000 habitantes y tres
parroquias le temen más a El Silbón, un espanto del folklore local, que a
la fiebre. José Tovar -un técnico agropecuario de la población-, por
ejemplo, frunció el ceño cuando se le preguntó sobre el virus. No sabía
de la enfermedad, pero sí podía dar fe de que el espanto nacional por
excelencia existía y que él mismo, con sus propios oídos, lo había
escuchado.
Más de cien pacientes murieron en 1989 con el primer brote de
Guanarito. Las huelgas estaban a las puertas del hospital Oráa de
Guanare y el terror invadió la zona.
Mientras los guanareños, despreocupados por el virus, se cuidan de
un fantasma, investigadores estadounidenses encendieron las alarmas por
la pérdida de un frasco de Guanarito. Saben de qué asesino están
hablando. Autoridades de la Universidad de Texas en Galveston informaron
en marzo de 2013 sobre la desaparición de una muestra del Guanarito en
un centro de investigación de esa casa de estudios, que sirve al Centro
de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados
Unidos. Hasta la fecha, no hay mayor información sobre el caso y
especialistas advierten el riesgo de que el virus pueda emplearse al
servicio del bioterrorismo.
Reportaje de ABC NEWS del 25.03.13 sobre la desaparición de un frasco conteniendo el virus venezolano el Guanarito:
Mucho más al sur del hemisferio, en Guanare -a tan solo dos horas
en carro del epicentro hemorrágico del país-, siete taxistas, dos amas
de casa, cuatro adolescentes, una oficinista y los dos encargados de un
hotel de camioneros, interrogados para este reportaje, nunca habían
escuchado sobre la Fiebre Hemorrágica Venezolana. Cerca, en la Dirección
Regional de Salud del estado Portuguesa, cuya sede ocupa una estructura
vieja con puertas de madera al cuidado de un portero armado solo con un
cuaderno de visitas, Nuris de Manzione daba una charla sobre el ébola y
sus implicaciones en el país, como una excusa para volver a hablar del
Guanarito. Reunió a todos los epidemiólogos de Portuguesa para iniciar
un cerco preventivo y evitar que un posible brote de Guanarito termine
en los medios de comunicación bajo el disfraz de una presunta llegada
del letal virus africano a Venezuela. Ya días antes, en julio, había
muerto un residente del poblado de San Rafael -45 años, obrero, sexo
masculino- por la fiebre hemorrágica. Hasta ese mes se registraron siete
casos en lo que va de año; dos de esos pacientes perdieron la vida. De
Manzione, en medio del desconocimiento rural, tiene todas las respuestas
acerca de este asesino endémico.
MAS QUE DENGUE, GUARANITO
Tenía 32 años y era la epidemióloga regional. Morena oscura, con la
mirada triste y con ocho años de experiencia para entonces, Nuris de
Manzione dejó a su hijo de dos meses de nacido al cuido de una doméstica
para llegar al hospital. Era septiembre de 1989, y en los pasillos del
establecimiento sanitario la gente –hombres en su mayoría– moría
desangrada por una aparente epidemia de dengue hemorrágico. Fueron más
de 100 personas, de todas las edades pero todas, sin excepción, del
municipio Guanarito, las que llegaron con hilos de sangre que les
brotaban de los lagrimales. Los pacientes, débiles, con el abdomen
inflamado y las encías sangrantes, fallecían después de varios días de
ataques de fiebre, dolor de cabeza, malestar general y, al final, la
inevitable y escandalosa hemorragia.
Reunidos ahora contra el ébola, los médicos de Portuguesa
recuerdan que en 1989 tuvieron que correr por lo que entonces llegaron a
escuchar como el “Supersida”.
La doctora De Manzione interrumpió su discurso del ébola y ahora
está sentada en su oficina, rememorando, mientras contiene el llanto.
Fueron los días más oscuros de su carrera, dice, antes de preguntar a
qué se debe la investigación sobre el virus. Es que nadie se interesa
ya. En Guanarito, que para entonces tenía menos de 30.000 habitantes,
creían que se debía a una maldición satánica y llamaron a la enfermedad
el Supersida. Los estudios, apurados por la incontrolable epidemia,
forzaron al grupo de epidemiólogos a trabajar con las uñas. El Instituto
Nacional de Higiene y un departamento del Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC) analizaron las muestras. La viróloga
Rosa Alba Salas descubrió que se trataba de un virus distinto a los
sospechosos habituales: dengue, leptopirosis o malaria. Se sabía que era
fiebre, y que era hemorrágica, pero nada más.
Entonces los epidemiólogos y virólogos del país se concentraron en
la zona de Guanarito debido a las estadísticas de los pacientes. Todos
provenían de allí –sí, el pueblo de El Silbón- y de los municipios
vecinos de Papelón y Guanare. La mayoría eran trabajadores del campo con
edades entre 20 y 45 años que se trataron con cualquier calmante los
dos o tres primeros días de fiebre alta y llegaron a la pequeña ciudad
solo después de detectar los primeros síntomas hemorrágicos.
La investigación previa arrojó que en la provincia argentina de
Buenos Aires existía un virus similar, un Arenavirus llamado Junín, del
que se tenía conocimiento desde 1958. Las muestras del virus criollo
llegaron a la Universidad de Texas, en Estados Unidos, y allí, con el
concurso del doctor Roberth Tesh, se determinó que se trataba de un
Arenavirus endémico, es decir, que solo existe en ese poblado. Fue
entonces cuando bautizaron la enfermedad como Fiebre Hemorrágica
Venezolana. Ya la hemorragia tenía apellido.
De Manzione recuerda que a finales de ese año comenzaron los
trabajos de campo. En sus cuadernos anotaron que la mayoría de los
enfermos residían en las parroquias alejadas de la capital de Guanarito,
del mismo nombre, y que en una sola familia se podían encontrar más de
dos enfermos o fallecidos. Se sabía que el virus estaba en ese
territorio, pero no se hallaba el vector, es decir, el animal que lo
transmitía a los humanos y lo preservaba en el tiempo. En 1990
concluyeron que el virus vivía en el Zingodontomys Brevicauda, un
pequeño ratón silvestre cuyo hábitat ocupa desde Panamá hasta el oriente
venezolano, atravesando todo el territorio colombiano. De seis
centímetros, se alimenta de plantas y frutos, y vive en madrigueras
cerca de las siembras. Lo conocen como el ratón de caña de azúcar y solo
entra a las casas en temporada de lluvia cuando el agua destruye sus
guaridas. Pese a todo lo descubierto por los analistas, no había mayores
registros de mordidas de estos animales en humanos. La transmisión del
virus se convirtió en un misterio.
Mientras tanto, De Manzione y el resto de los investigadores se
enfrentaron a otra epidemia: las críticas. Los políticos de entonces,
cuenta, responsabilizaron al gremio médico y a la crisis sanitaria por
las cientos de muertes e incluso los epidemiólogos fueron sometidos a
una interpelación pública en el extinto Congreso de la Nación. Las
huelgas estaban a las puertas del hospital y el terror se había adueñado
del pueblo.
LA CUNA DEL EBOLA CRIOLLO
Los 42.000 habitantes de Guanarito conocen a Juan Hilario. Los
primeros días de mayo no hay caporal paseando por sus parajes ni burrero
que recorra sus caseríos. El Silbón es el pran del pueblo y su leyenda,
la norma de convivencia. En una de sus calles reside Miriam Rodríguez,
miembro de la directiva de la Asociación Nacional de Cultivadores de
Algodón. Al principio dice que nunca había escuchado del Guanarito, pero
al identificar los síntomas recordó el calvario de su amiga Delvia, la
que perdió a su hijo en 2002.
El pueblo tiene unas calles llenas de aguas negras y poco alumbrado
público. En sus 19 centros de salud no hay ambulancia alguna, pero es
un poblado rico, con siembras de patilla, ajonjolí, girasol, melón y
arroz por sus cuatro costados. Lewis, el muchacho de 17 años, removía la
tierra en el sector Morrones un lunes por la mañana. Usaba solo las
herramientas necesarias para adelantar el trabajo en la granja de su
familia. A los tres días ingresó al hospital de Guanare por la
persistente fiebre y, dos o tres días después, falleció. A su madre le
dijeron que era dengue hemorrágico y que era una enfermedad única en
Guanarito. Cuando Miriam Rodríguez vio morir al adolescente, olvidó el
silbido del espanto y sintió fobia por los zancudos. Supuso que el
pueblo estaba condenado a la muerte sangrienta debido a los elevados
números de contagio del Aedes agiptus.
Doce años antes de ese deceso ya se había descubierto que la rata
era la transmisora. Que rondaba por todo el pueblo y que cualquiera
estaría condenado a su mordedura. Ningún trabajador de la tierra se
preocupó por exterminar a la rata ya que la única forma era acabar con
las cosechas o contaminar todos los sembradíos. Iniciando los noventa,
el resultado de la investigación alarmó a todos los especialistas:
bastaba oler el excremento de la rata para contagiarse. La inhalación y
el tacto directo con los fluidos del animal son suficientes para correr
el riesgo del desangre. Las ratas de caña de azúcar no muerden.
En la sala situacional de la Dirección de Salud tienen las cuentas
claras, aunque no siempre concuerden con las del ministerio en Caracas.
Desde 2008 hasta julio pasado, se han contabilizado solo en Portuguesa
175 casos. De ellos, 40 han fallecido. No hay registros de mortalidad de
los otros estados endémicos –Barinas y Guárico– ni de los estados en
riesgo –Cojedes y Apure–. Las cifras del Ministerio de Salud reportan 41
casos durante ese período a nivel nacional.
De modo que hubo más casos reportados en Portuguesa que los
certificados por el ministerio en todo el país. Mientras que el ente
oficial en materia de salud en la entidad señala que en 2008, por
ejemplo, hubo cuatro muertes, el ministerio sólo da cuenta de dos
decesos en todo el país. Al año siguiente, se registraron ocho
defunciones en Portuguesa, pero el ministerio reportó seis a nivel
nacional. En 2011, también, lo reportado por la Dirección Regional, 14
defunciones en Portuguesa, contrasta con la cifra de 13 muertos por la
fiebre en todo el territorio nacional expuesta en el Anuario de
Mortalidad publicado ese año por la cartera de Salud.
De Manzione dirige una sala situacional equipada con tesón e
ingenio. Tiene una ingeniera a su orden que hacía análisis semanales en
Guanarito, pero ahora los hace una vez al mes por falta de vehículo.
Pese a ello, los investigadores cuentan con el Centro de Investigaciones
de Virosis Hemorrágicas y Enfermedades Transmisibles (CIVIHET), a donde
van a parar todas las muestras para el estudio de los posibles casos.
Se trata de una pequeña residencia en el sector La Colonia de Guanare
que funciona hasta las tres de la tarde y que no atiende al público en
general, sino que recibe las muestras que envían desde el hospital. Allí
labora desde abril de este año la bioanalista María Eugenia Núñez,
oriunda del estado Bolívar y especialista en Biología Molecular del
IVIC. Ese mes recibió un caso novedoso para ella en un laboratorio
privado: el paciente tenía todos los síntomas del dengue, pero la
evaluación del virus arrojaba otro resultado, así que fue remitido al
hospital Doctor Miguel Oráa. Pese a todos sus estudios, fue ese día que
Núñez conoció al Guanarito cara a cara. Si en Portuguesa se desconoce su
existencia, en el resto del país el primo hermano del ébola no tiene ni
barra ni doliente.
El profesor Enriquez Álvarez, de la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador (Upel) de Barinas, publicó en 2009 una
investigación tituladaVirosis hemorrágicas en el medio rural, sobre el
conocimiento de los habitantes del caserío El Ruano del municipio
Guanarito sobre la Fiebre Hemorrágica Venezolana. Realizó entrevistas
durante cuatro años que revelaron la ignorancia colectiva sobre la
enfermedad y sus riesgos. La investigación concluye:
“La población muestra confusión respecto a la enfermedad que le
afecta (…) La intervención educativa ha sido débil, el Ministerio de
Salud ha informado sobre la fiebre a algunos pobladores y el Ministerio
de Educación y la Dirección Ejecutiva de Educación han estado ausentes
del área”.
Muchas personas, aun siendo afectadas, explicó Álvarez, no creen
que se deba a un virus sino a cosas de brujería. “Piensan que viene por
la vía de un mal echado. Es una creencia general”, dijo. Por ello,
desarrolla actualmente un segundo estudio sobre las supersticiones
alrededor de la enfermedad e impulsa talleres dirigidos a maestros de
escuelas rurales. “El 90 por ciento de esos docentes no la conoce”. Su
interés lo llevó a presentar al año pasado una propuesta ante el
Ministerio de Educación Universitaria para ampliar el alcance de sus
actividades informativas a más poblados de Portuguesa y Barinas.
Las jornadas educativas y preventivas del Ministerio de Salud,
cuenta, no logran abarcar los diversos caseríos. Los funcionarios del
ministerio son pocos y no cubren esas grandes áreas. La cartera de Salud
elaboró el Manual para la Vigilancia Epidemiológica de la Fiebre
Hemorrágica Venezolana, con datos detallados sobre los síntomas del
virus y las medidas de prevención. Está publicado en el website del
ministerio. El acceso a estos materiales, sin embargo, se dificulta en
las residencias rurales caracterizadas por su escaso acceso a Internet.
MATA PERO NO TANTO
El CIVIHET es el único centro diseñado para las investigaciones
sobre el Guanarito. Gabriel González, su director, explica que para
identificar el virus se debe extraer su ADN. La institución también
tiene cuartos de evaluación del Mal de Chagas, leptopirosis, malaria,
chikunguña y otras enfermedades virales. El laboratorio, humilde a
simple vista aunque equipado, luce en perfectas condiciones. De hecho su
aspecto y funcionamiento parecen refutar al presidente del Colegio de
Médicos de Portuguesa, Carlos Casal, quien desde Acarigua –la capital
comercial de la provincia– aseguró que el laboratorio había sido
desmantelado por el Gobierno nacional desde el año 2000.
El nivel de mortalidad del Guanarito es de 23 por ciento, es decir,
de cada 100 enfermos al menos 23 mueren. Ana Carvajal, especialista en
Infectología y miembro de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional,
explica que el nivel de mortalidad de la Fiebre Hemorrágica Venezolana,
menor al 30 por ciento, es lo que diferencia esta enfermedad del ébola,
un Filovirus.
Aunque la fiebre llega a ser letal, no parece tener relevancia para
las autoridades. El Gobierno se concentra en el dengue, que hasta la
semana epidemiológica número 34 de 2014 ha registrado 412 casos solo en
Portuguesa. Sin embargo, todavía no se reportan fallecimientos por el
dengue, como sí los hay por el Guanarito. Tomás Rebolledo, el
epidemiólogo de esa jurisdicción, cree que el índice de mortalidad
podría ser menor si se contara con una ambulancia: el ratón de caña de
azúcar no vive en la capital del municipio sino en sus caseríos. Explica
que el residente de uno de esos pequeños pueblos puede tardar hasta dos
horas en llegar al hospital principal de Guanarito. Y desde allí se
remite al de Guanare, que queda a otras dos horas. El tiempo de los
contagiados es oro: generalmente salen de sus casas cuando ya se
presentaron los indicios de sangramiento y les quedan apenas horas de
vida.
Al llegar al hospital, a los pacientes se les administra
Ribavirina, un antiviral que se creó y se aplica en Argentina. No es un
tratamiento específico para la Fiebre Hemorrágica Venezolana, pero la
experiencia demuestra que ayuda a disminuir las muertes. Nuris De
Manzione explica que el medicamento es suministrado por el Gobierno
nacional, que busca dentro y fuera del país algún laboratorio que lo
fabrique. Por tratarse de enfermedades endémicas y muy localizadas, no
hay capitalismo que se interese por la producción masiva del antiviral.
ASESINO EN FUGA
Un comunicado enviado a los empleados de la Universidad de Texas
dio a conocer el escándalo: durante la inspección de rutina realizada
del 20 al 21 de marzo de 2013, investigadores estadounidenses
advirtieron la desaparición de una ampolla con virus Guanarito del
Laboratorio Nacional Galveston de la División Médica de la universidad.
Permanecía almacenada dentro de un congelador, aseguró el presidente de
la División Médica de la universidad, Dr. David L. Callender, autor del
mensaje. Desestimó la posibilidad de hurto al no encontrarse indicios de
violación de los mecanismos de seguridad del laboratorio.
El Centro Médico de la Universidad de Texas estudia el Guanarito desde hace más de 25 años.
“Esta es la primera vez que un frasco que contiene un agente de
selección ha sido dado por desaparecido en UTMB [Universidad de Texas
Medical Branch]. Los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades fueron notificados de inmediato, y al mismo tiempo UTMB
inició un proceso riguroso para garantizar la seguridad de sus
investigadores, empleados y la comunidad”, dice el documento. El
incidente ocurrió en uno de los laboratorios de Estados Unidos de máxima seguridad, donde también se estudia el ébola.
Scott C. Weaver, director del Institute for Human Infections and
Immunity del Laboratorio de Galveston, afirmó vía telefónica que el
interés estadounidense en el estudio del Guanarito se debe a las
posibilidades de que pueda ser usado para la elaboración de armas
biológicas debido a sus severos efectos hemorrágicos. Aseguró que la
naturaleza epidemiológica y los síntomas de este virus son investigados
desde hace años por su colega, el doctor Tesh, y otros científicos.
Pero la ubicación de la polémica muestra, confirma el especialista, aún es un misterio…
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